Durante su recorrido por Europa el Generalísimo Francisco de Miranda no dejó pasar la primera oportunidad para ir hasta tierras helenas y conocer el país de Sócrates, Platón y Aristóteles y otros tantos que le dieron sustento a los principios filosóficos de su proyecto de libertad para las colonias españoas de América.
En el siguiente extracto encontrará todos sus apuntes durante los casi tres meses de su recorrido por Grecia, con acertados comentarios del gran mirandino chileno Miguel Castillo Didier.
De igual manera encontrará fotos de las tantas actividades que realizó la Embajada venezolana para exaltar la memoria de tan importante e ilustre héroe de la Independencia Hispanoamericana.
Miranda en Grecia |
Hasta donde sabemos, Miranda habría sido el único
americano que recorrió Grecia durante el oscuro período de la dominación
otomana. En la magna recopilación de Ciriaco Simópulos, de testimonios de
viajeros que pasaron por las latitudes griegas hasta 1800, sólo el hijo de
Caracas representa a nuestro continente. Grecia, devastada y arruinada, víctima
de un sistema opresivo, cruel y arbitrario, país donde se hacían mayores los
riesgos y peligros corrientes que enfrentaban los viajeros, no era ciertamente
un lugar atractivo. Había en el siglo XVIII, como lo hubo antes y especialmente
desde el Renacimiento, hombres que insistían en llegar hasta la tierra helénica
para visitar sus “antigüedades”.
En la época de la Ilustración, ese interés
aumentó. Y así, a los viajeros que se acercaban al exótico Oriente con ánimo
aventurero y que pasaban por Grecia; a los que pretendían llegar a los Santos
Lugares; a los que, por razones políticas y comerciales, debían visitar o permanecer
en el Imperio Otomano, se agregaban intelectuales y artistas que querían pisar
tierras griegas y contemplar las ruinas de un pasado glorioso. De todas
maneras, estos no eran muchos. Aumentarán, sí, en la época del Romanticismo.
Para Miranda, Italia y Grecia, constituían países
fundamentales en su programa de peregrino ilustrado, de hombre que quería
conocer el gran libro del universo. De aquella pasa a ésta, con las miras de
continuar viaje luego a través del Imperio Otomano y llegar a Constantinopla.
Parte desde el puerto de Barletta, donde debe permanecer desde el 20 al 30 de
mayo de 1786, tratando de conseguir un barco que lo lleve. En esos días de
espera forzada, como anotamos anteriormente, se prepara leyendo las memorias
del Barón de Tott sobre los turcos y los tártaros y el viaje literario de
Grecia de Pierre Augustin Guys.
A Ragusa, hoy Dubrovnik –antigua colonia griega y
posesión bizantina después, entonces república “aristocrática” independiente,
llega el viajero el 2 de abril y logra asegurar navío para partir el día 7. En
el lapso intermedio, Miranda alcanza a visitar la ciudad, las cercanas ruinas
de la antigua Epidauro y el convento de los benedictinos, donde examina una
“buena colección de autores griegos”. Veintidós días de navegación –no sin
mares agitados y contratiempos- lo llevan a Zante, adonde llega el 3 de mayo.
Desde que arribara a Barletta, habían pasado un mes y tres días. Fue necesario
ese tiempo para hacer un recorrido que hoy demora unas pocas horas.
Zante, la boscosa Zákintos de Homero, la isla del
Jacinto que cantó E. A. Poe, tierra natal de tres grandes poetas, Kalvos,
Solomos y Fóscolo, no posee antigüedades que ver. Pero el viajero tomará ya
conocimiento de algunos aspectos de la realidad griega contemporánea y verá los
primeros paisajes griegos.
A continuación presentamos el Diario de Grecia. Hemos añadido subtítulos, algunos comentarios y
notas. El texto reproducido es el que establecieron las historiadoras Josefina
Rodríguez de Alonso, Gloria Henríquez Uzcátegui y Mirén Basterra, en su edición
de Colombeia, tomo IV, Atenas, 1981.
De Ragusa a la isla de los tres poetas
7 al 22 de abril
Con males de cabeza que me dieron no poco tormento;
sangría, purgas, etc., no pudieron curarlos y los ratos de alivio en la
compañía amabilísima de la familia Bassegli y de su hija la “Contessina” Gozze
y sus amigas, señoras de Resti, Georgi, etc., que formaban un círculo bello y
amable. El marido de la primera se llama Baldassare Gozze.
Finalmente por la tarde me embarqué en compañía del
viejo Cónsul General de Morea, Christoforo Basich, para ir a tomar la nave que
nos debía conducir a Zante y que la generosidad y política del señor Conde de
Ragnina, su propietario, me ofreció toda a mi disposición de la manera más
servicial. El señor Bassegli me tuvo siempre compañía hasta el mismo muelle,
con el afecto mostrado a un hijo propio. Llegamos a ella, que estaba en Ragusa
Vecchia, al anochecer, y encontramos una muy buena cámara a mi disposición y el
capitán y su gente dispuestísimos a servirnos.
23 de abril
Temprano levantamos ancla y con poquísimo viento
seguimos afuera, continuando el tiempo calmoso hasta el fin del mes.
1 de mayo
Este día por la tarde hubimos de arribar al abrigo de
una islota deshabitada que llaman isla de Saseno, porque un viento fuerte de
Siricco nos echaba para atrás, y aquí dimos fondo.
2 de mayo
Tuvimos que echar fuera porque el ancla agarraba y el
mar y el viento cargaban. Abandonamos el cable y ancla y nos pusimos fuera a la
capa.
14 de mayo
Temprano fue el Cónsul a tierra para tomar Práctico,
más no se lo dieron por venir de Ragusa. Él, sin embargo, se quedó en tierra
como a escondidas en casa de un noble veneciano llamado Baldi, pariente suyo, y
el capitán vino a bordo.
Yo luego vine a tierra, a la sanidad, donde, aunque
como apestado, estuve en conversación con varias gentes de las principales del
pueblo que allí venían. Entre otros logré conocer al señor John Howard,
Esquire, que viaja visitando hospitales y lazaretos así como antes visitó todas
las cárceles de Europa, para dar medios de aliviar a la humanidad en estos dos
puntos interesantes. Se embarcó, para seguir a Esmirna, en el mismo barco que
me trajo a mí.
Yo tuve allí que comer por una piastra y al anochecer
nos embarcamos en un caique que nos debía conducir al Cónsul y a mí, a Patras
por 20 piastras -4 cequíes-. Allí pasamos la noche, interin los marineros, que
también estaban en cuarentena, se fueron a tierra a hacer sus negocios. ¡Véase
que burla de sanidad ésta! Pero no se admirará quien sepa que el país esta
gobernado por vanos venecianos, miserables, viciosos e ignorantes que dejan el
Senado por no morir de hambre y traen consigo todos sus vicios, a que se unen
los del país, que ya esta corrompido al extremo.
Al Conde Carburg de Cefalonia,
que vino a enseñarles a plantar la caña de azúcar, lo asesinaron en éste su
propio país. Jamás vi diablos más presuntuosos y vanos que los judíos de
Sanidad aquí. Cuando se sientan como tribunal en aquel miserable banco.
La población de la isla se cree es de 60.000 personas,
de las cuales 20.000 habitan la ciudad. Su agricultura esta en buen estado.
Develación de la estatua de Miranda |
A Patras pasando por la ciudad de Lord Byron
El
15 de mayo al amanecer, zarpa el navío hacia Patras, ciudad mayor del
Peloponeso o Morea; pero en la noche debe anclar en Mesolonyi, pequeña ciudad
que se hará célebre por su heroísmo y donde, treintiocho años después del paso
de Miranda moriría Lord Byron.
Estatua de Miranda en Patras |
15 de mayo
A la punta del día nos hicimos a la vela, y navegando
con buen viento llegamos al anochecer a doblar el cabo de Papa, distante 60
millas de Zante y 30 de cabo Clarentza. Aquí nos sopló una fortuna, que llaman,
esto es, viento fuerte que nos obligó a arribar a la sonda opuesta a dicho
cabo, que se llama Puerto de Misolonghi, donde pasamos la noche al ancla.
Desemboca el célebre Acheloos.
16 de mayo
A la punta del día levamos y con remos y poquísimo
viento atravesamos el golfo de Patrás –que son 30 millas- donde llegamos a las
tres de la tarde.
Desembarcamos sin que nadie nos dijese esta boca es
mía y nos dirigimos a casa del señor Giorgio Paul, Cónsul General de Holanda,
etc., para quien yo traía carta del señor Bassegli. Éste nos recibió con la
mayor hospitalidad, alojándonos con toda comodidad en su propia casa y
tratándonos con suma generosidad.
Yo estuve a tomar un baño caliente por la tarde, y
luego a casa, donde concurrieron varios amigos y gente del país, en cuya
sociedad se pasó la noche.
17 de mayo
La mañana se pasó en casa y por la noche tuvimos,
entre otros, al Cónsul de Rusia, Cristoforo Conmeno, griego de origen y que ha
servido largo tiempo en Rusia, hombre de instrucción, viajes y mundo.
Esta ciudad es la más considerable de toda la Morea,
así por su comercio como por su población. Esta será de 4.500 personas, la
mayor parte griegos comerciantes. Al año se cargarán en este puerto de 15 a 20
embarcaciones de 160 a 200 toneladas con el producto del país, cuyo principal
ramo es la uva-pasa, conocida en Europa como pasa de Corinto.
La decadencia de esta ciudad va en proporción a la de
todo el país, después de la revolución de 1770, pues de 400.000 habitantes, han
quedado reducidos a 200.000, y de 300 embarcaciones que se cargaban de grano y
pasas en este puerto y en el golfo de Lepanto, hoy sólo serán 30. Entre este
distrito y el golfo de Lepanto, se harán hoy como 7.000.000 de libras de
uva-pasa, a 2 parás la libra.
Gobiérnase la ciudad por un Comandante turco, con la
asistencia de un Cadí o Juez, que le asiste en cosas de la ley. Hay también una
junta de dos o tres personas griegas que llaman primados, los cuales
distribuyen entre las gentes de su nación la cuota respectiva al pago de las
contribuciones que con frecuencia se imponen al pueblo por la Corte de
Constantinopla.
Hay aquí un castillo, cuya parte más antigua de su fortificación
se dice –y lo parece- ser española; la otra, que es añadida por los turcos, da
una idea pobrísima de su ciencia militar. Una tarde estuve en compañía del
Cónsul Paul, a visitar a su Comandante o Dis dar-agá, que es el mismo que hizo
la defensa en tiempo de la pasada revolución.
Este me parece un hombre bueno y
juicioso, como de 60 años de edad. Nos recibió en su jardín, donde nos sentamos
a la turca, sobre una alfombra y nos obsequió café, pipa y flores, que hizo aún
traer de su harén. A mí, como forastero, me hizo mil políticas atenciones y aun
nos dio un pedazo de buena filosofía, diciendo que él estimaba su felicidad en
el cultivo de aquel jardín y la posesión preciosa de algunos amigos. Que el
resto lo miraba con una total indiferencia. Su nombre es Mehemet-Agá.
Una de las cosas interesantes que se presentaron
estando yo aquí, fue la ceremonia de un casamiento griego por tres o cuatro
días. La antevíspera del desposorio se llevó a la novia al baño público con un
gran acompañamiento de mujeres, para lavarla bien. Luego una gran cabalgata
para conducir al novio –que vive a 24 millas de aquí- a la ciudad, y siempre
música en la casa de la novia, hasta el día del desposorio, que se convidaron
para asistir a la función a todos los cónsules y personas de distinción que
había en el lugar…Efectivamente, a las nueve de la mañana, estaban juntos los
convidados y el Arzobispo de Patrás que debía desposarlos.
En aquel momento, la
novia dejó caer por primera vez el velo delante del novio, que jamás la había
visto antes y se presentó riquísimamente vestida al modo oriental, con ropa
suya y ajena. Sería como de 19 años de edad y hermosa persona. Anillos en los
dedos, corona sobre la cabeza, unión de las manos con el dedo pequeño, y así
unidos pasearon tres veces alrededor de la mesa, después de haber tomado del
Arzobispo un poco de pan y vino, a modo de comunión. Con mucho canto en griego,
fueron las partes principales de dicha ceremonia; luego nos sirvieron dulces
secos, limonada y café, con lo que concluyó todo.
Más yo, curioso de ver los bailarines que ya habían
intentado entrar en la sala –lo que el Arzobispo no permitió en su presencia-
supliqué, ido éste, que bailasen y entraron, efectivamente… No se puede
verdaderamente dar una idea de la obscenidad de sus movimientos. (Qué Juan
Garandé ni Juan Garandé de La Habana). Usan como castañetas de metal y bailan
con bastante agilidad un aria viva y graciosa, que tres o cuatro violines y un
pandero suenan bastante bien; el vestido y los movimientos asimilan los de una
mujer.
Al siguiente día por la mañana, aún otra cabalgata
para conducir a los novios al lugar del marido y cata aquí todavía a toda la
ciudad en movimiento, unos a ver y otros a acompañar… “En voilá bien du bruit
pour une omelette au lard”, El novio se llama Sotirio Londo y la novia Angélica
Condaxi.
Por la tarde estuve a dar algunos paseos a caballo por
los alrededores de la ciudad y la campiña con el Cónsul, pero nada se observa
de notar, ni antiguo ni moderno. Un edificio arruinado que era una iglesia de
San Andrés, esta hacia la marina y allí se ve como un resquicio de piedra
sepulcral, que se dice ser la del dicho santo, en el mismo paraje, en que
sufrió el martirio. No faltan candelillas que arden de día y noche, que
enciende allí la devoción de sus devotos, y así también se ve un pedazo de
mampostería como a media milla del mar, con sus argollas para atar las naves
que se dice estaban antiguamente en la orilla.
La campiña es hermosísima, aunque sus habitantes no
saben el mejor método de agricultura. Los jardines tienen un aire rural que no
me desagrada, aunque es el de la simple naturaleza, y hay un tal número de
pájaros de canto que les hace agradabilísimos en esta estación.
El modo de edificar, en la ciudad y fuera de ella, es
con adobes cocidos al sol y después embarrados por fuera de las murallas con la
misma tierra, que dan al tono un aire no muy hermoso. Dicen, sin embargo, que
estas resisten mejor a los terremotos que las de piedra o ladrillo.
2 de junio
En fin, la tarde de este día me embarqué a las seis en
un caique griego, que por mi cuenta se fletó, para conducirme a mi solo, criado
y equipaje, a Corinto. Costó 12 piastras. Un cequí veneciano vale 5 – 10 parás.
El Cónsul Paul, su canciller, un viejo amabilísimo e instruido en la historia,
nativo de la isla de Cefalonia, con varios otros comerciantes griegos del país
e islas adyacentes y un médico griego que había hecho sus estudios en Padua,
hombre instruido y amable, su nombre el doctor Romanelli, me acompañaron hasta
el embarcadero. Y en aquella Aduana me formaron la adjunta e imperfecta lista
de los artículos de comercio que el país produce.
3 de junio
Con poco viento navegamos por la noche y dimos fondo
antes del día, por haberse vuelto contrario cerca del lugar de Vostiza, a
treinta millas de Patrás. Por el día seguimos la costa poco a poco y por la
noche nos sopló un viento tan fuerte por la proa, estando ya cerca del lugar de
Basilicó, que fue menester volver atrás en busca de un abrigo para dar fondo, y
así lo conseguimos una hora después, aunque no sin poco susto de mi criado
Jorgo o Jorge.
4 de junio
Aquí nos mantuvimos todo este día, pues soplaba
fuerte, y por la tarde envié a mi criado a ver un caravasar turco que estaba en
el camino, por si hubiese alojamiento. Efectivamente lo encontró y yo marché a
pie como una y media milla para llegar a él. El posadero era un griego y nos
recibió muy bien. Más no tardé yo mucho en arrepentirme cuando comencé a sentir
la multitud de pulgas que llovían sobre mí y que no había más asilo en este
género de posada que dormir en el suelo sobre alguna zalea, etc., además de la
ruidosa compañía de cuanto pasajero llega, pues todos dormimos juntos en un
mismo cuarto o cuartel.
5 de junio
Temprano hice que mi criado me diera una taza de té.
Desde este caravasar se ve perfectamente el Monte Olimpo y aún el golfo de
Salónica que esta enfrente, y es también el sitio del antiquísimo reino de
Sión. Salí a dar un paseo por los alrededores para ver un poco los caminos y un
puente que había allí inmediato y que seguramente no están, ni los unos ni los
otros en mejor estado que la posada. En ésta vi una gran tinaja de barro,
antiquísima, que el patrón había desenterrado de un paraje circunvecino y no
deja de ser también una antigüedad griega.
Me acaeció una cosa singular: que un griego que iba a
caballo, viéndome a pie y creyendo que yo seguía mi ruta de esta manera, se
desmontó inmediatamente y quería absolutamente que yo tomase su caballo y él
seguir a pie, hasta que concibió que yo sólo tomaba un corto paseo y que mi
ruta la seguí por mar.
A las once del día tuve aviso del “carabuquiris” –que
así llaman a los patrones de embarcaciones- de venir a bordo, porque el tiempo
había ya serenado un poco y así partí inmediatamente, después de haber hecho
una frugal comida, aunque contra la opinión de mi criado que es un gran collón
para el mar. Seguimos pegados a la costa y logramos adelantar hasta la noche,
20 millas, dando fondo en un abrigo que forma la playa y donde hay varios otros
caiques que pasaban gente a la otra parte de Albania, justamente a las faldas
del Helicón y del Olimpo, que se ven distintamente desde el mar, para segar la
cosecha de trigo que ya estaba a punto en todo este país.
Directiva de la Fundación Generalísimo Francisco de Miranda con el Alcalde de Patras, Andreas Furas, recibiendo la medalla de honor de la Fundación. |
Corinto y el Istmo
6 de junio
Temprano seguimos nuestra costa, pasando por las
llanuras que llaman de Corinto y son verdaderamente hermosísimas a la vista,
ocupando una extensión de más de 20 millas de largo y diez de ancho, bien
cultivadas, principalmente de trigo, olivos y pasolina. El viento refrescó un
poco y a las nueve de la mañana llegamos al puerto o desembarcadero de Corinto.
El oficial de la Aduana, a quien hablé por mi
equipaje, me respondió que podía pasar sin registro alguno, y así fue, tratando
con la mayor civilidad y son tomar dinero.
Dejé allí todo y marché a la ciudad que estará
distante algo más de una milla, en busca de alojamiento. Efectivamente, mi
criado, que conocía un comerciante griego de allí, le habló y éste, con la
mejor voluntad del mundo, me hizo preparar una cama al mejor modo del país y me
alojó en una cámara que estaba sobre su tienda, porque el ajuar, mujer, etc.,
lo tenía en su casa que esta algo distante, en el arrabal de la ciudad. En fin,
en una especie de chimenea que allí había, el criado preparaba de comer y así
servía de cocina, sala y todo, el dicho cuarto.
Por la tarde estuve a visitar al Bey y al comandante
de la plaza, para quienes traía carta del señor Paul. El primero me recibió
amistosamente, haciendo el cumplido ordinario de café, pipa, etc., y
preguntándome a qué distancia estaba mi patria y familia, lo cual oyó con tal
admiración que quedó suspenso y me miraba con admiración; parecíale que era
demasiado joven para haber corrido tanto y preguntaba a mi criado de que me
alimentaba comúnmente, cuánto dormía, etc…
Al mismo tiempo, otro personaje de los varios que le
acompañaban, y no estaban menos admirados, pretendía explicarle el fenómeno
diciendo que esta especie de gentes tomaba el alimento por su peso y medida en
poquísima cantidad, en lugar que ellos comían y bebían hasta hartarse y sin
reglas, por cuya razón no podían practicar esas cosas, etc. Me ofreció sus
servicios por el tiempo que yo estuviese allí, informándome que no había por
todas aquellas cercanías más restos de antigüedad que ver, que tres columnas
que estaban en una llanura a cuatro horas de camino de allí y que me harían
avisar cuando hubiese embarcación pronta, por la tarde del istmo, para Atenas.
Le di mil gracias y me retiré para dar una vuelta por la ciudad.
A poca distancia, en un lugar un poco solitario,
encontré una turca que comenzó a sonreírse y preguntarme por qué no tenía
bigotes… si acaso por ser muy joven aún. De modo que yo creo que quería
aventura.
Luego llegamos a las ruinas del famoso templo de
Neptuno, del cual sólo quedan once columnas de orden dórico –sin embargo de la
aseveración del señor Leroy, que dicen que son 14-, cortas en su altura, de que
se infiere la mayor antigüedad, más hacen un bello efecto y demuestran que el
templo era un cuadrilongo como el de Teseo en Atenas. La mayor parte conserva aún
su arquitectura y friso y son acanaladas.
Algunos turcos que me vieron observar, quisieron
manifestarme otros restos que están aquí inmediatos, en un subterráneo, pero
éstos no son más que una arquitectura turca o árabe de ningún mérito, compuesta
de varios restos y columnas griegas que forman una caballeriza perteneciente a
una gran casa turca.
La situación de la casa es ventajosísima, a la falda
de una montaña, en un declive suave, sobre la cual esta situada la famosa
fortaleza o castillo de Corinto, distante 100 millas de Patrás. La población de
esta ciudad no me parece excederá de tres ó 4 mil personas. Por la noche a
casa, donde con el auxilio de una píldora de opio de cinco gramos –mi patrón lo
vendía en abundancia a los turcos- pude conciliar el sueño, pues mi mal de
cabeza no me deja un instante.
7 de junio
Al baño, que no es de los peores, y donde por una
piastra me enjabonaron, bañaron, etc. y sudé como un desesperado, Este género
de comodidad o lujo, se encuentra por todas partes en Turquía y es tan
frecuentado por mujeres como por hombres; unos concurren a unas horas señaladas
y otros a otras. A casa y a dar un paseo por la ciudad.
8 de junio
Por la tarde emprendí a montar sobre el castillo, cuya
subida es larga y penosa. Más cuando se llega arriba se queda contento por las
hermosísimas y extensas vistas que de todas partes se presentan. El Helicón y
el Parnaso, con sus dos cuernos, se ven clarísimamente y más con buen anteojo
como el que yo tenía. A un tiempo se ven la mar de Lepanto y la del
Archipiélago, islas de Salamina. Montes de Atenas, etc., y es una de las más
bellas y extensas perspectivas que yo haya visto jamás.
Dicho castillo tendrá tres millas de circunferencia y
dicen aquellos turcos que es hecho por los españoles. Habita en él más de 200
familias, cuyos informes me dio el turco custodio de la puerta, pues el
Comandante me negaba la entrada.
A mi arribo a casa hallé en ella a un negociante de
Atenas llamado el señor Roque, para quien yo traía carta. Este es amabilísimo
sujeto y resolvió quedarse allí conmigo para seguir su viaje a Napoli de
Romania, por la mañana temprano. Como yo estaba ya dispuesto también para
partir a la misma hora en busca de las tres columnas que el Bey y otros me
informaban estar a cuatro horas de distancia y debiendo seguir el mismo camino,
partimos juntos a las cuatro de la mañana.
Andando hacia el sureste de la ciudad, pasamos dos
molinos de agua que se encuentran sobre una quebrada a una legua de otro.
Pasamos varias llanuras deliciosas y pasablemente bien cultivadas, con algunos
lugarejos por acá y por allá. El país, montañoso por lo general. Habiendo
marchado juntos como tres leguas, llegamos a una gran llanura donde nos
separamos, él tomando a la izquierda y yo a la derecha.
Subí varios montezuelos que me parecen eran todos de
mármol, cubiertos de tomillo y mirto, hierbas de las que las abejas hacen tan
buena miel, y a nosotros nos daba el olor que no es desagradable. Habiendo
marchado como una legua más adelante, descendí a una bella llanura, en medio de
la cual se descubren las tres columnas mencionadas, de orden dórico, de una
bellísima proporción y asimismo las ruinas de las demás y grandes cantos de
mármol, que, repasando unos sobre otros, formaban las murallas interiores –o
cella- de dicho templo cuya forma es cuadrilonga, y desde luego representaría
el objeto más majestuoso que pueda imaginarse en medio de aquel valle solitario
y colinas que le circundan. Todas las columnas están formadas de paneles
redondos de un pie y medio o dos pies de alto, con sus alfileres de hierro en
medio y acanaladas.
En el Templo de Hércules estuvimos visitando las columnas que vio Miranda, hoy son ocho, luego de varias restauraciones. |
La opinión más favorable es que fuese éste un templo
de Hércules, pues aquí propio, o muy inmediato, se cree fuese el bosque de
Nemea. Inmediato hay unas otras ruinas, o por mejor decir, parte de las mismas,
removidas, para formar una pequeña casa o iglesia griega. Los materiales
parecen exactamente de la misma especie, aunque algunos pedazos de columnillas
pequeñas podían muy bien ser de la parte
interior del templo.
Tomé un pedazo de pan y un trago de vino que traje a
prevención y con mi criado y el guía, me volví luego a Corinto por el mismo
camino, donde llegamos a la una del día no sin una buena rociada de agua que
nos cayó por el camino. Y sumamente fatigados por el sol, que quema como un
demonio.
9 de junio
Por la tarde estuve a hacer una visita al Comandante.
Estando éste fuera del lugar, me recibió su cuñado, hombre apacible y muy
atento, quien aun me manifestó suma admiración por mi larga peregrinación y me
decía que para qué servía finalmente tanto fatiga… que cómo hacía para llevar
conmigo el dinero que había de necesitar, etc. Lo satisfice haciéndole ver una
letra de cambio general que le pareció muy buena invención. Me ofreció, con
repetidas instancias, pipa y café, y viendo que no hacia uso ni de uno ni de
otro, se volvió con exclamación hacia mi criado, diciéndole: ¡luego, para qué
es bueno el vivir!
10 de junio
Al baño, más por curiosidad que otra cosa y éste es,
con poca diferencia, como el de Patrás, El aire de la ciudad no es muy bueno y
se cree que la razón sean las aguas empozadas que hay sobre la costa de
Albania, que impregnan de sus hálitos en aire que viene de esta parte.
11, 12, 13, 14 y 15 de junio
Hasta este día aguardando que hubiese embarcación para
seguir hasta Atenas y aguantando el ruido que con un pandero hacía todo el día
en la calle un loco turco. Más a estas gentes les dejan los turcos hacer cuanto
quieren por religión, y si alguno les quisiese hacer lo más mínimo, lo pasaría
muy mal. Vino al fin un pequeño caique hydriota, esto es. De la pequeña isla de
Hydra.
16 de junio
Hice mi precio con el “carabuquiris” y a las cinco de
la tarde me puse en marcha, a caballo, con mi criado, para atravesar el istmo
que tendrá cinco millas de ancho. Nótanse en este camino varios restos de
edificios antiguos, pero tan maltratados que no se puede adivinar qué fueron.
Tal vez entre ellos el famoso anfiteatro para los Juegos Istmicos; uno más bien
conservado, me parece un sepulcro y aun me parece que se ven también marcas muy
distintas de la obra comenzada para abrir un canal de comunicación entre los
dos mares, que a la vista parece obra facilísima, prestándose la naturaleza a
ello, sin un monte ni cavidad mayor que lo pueda estorbar.
Llegamos a aquel embarcadero –que creo se llama Puerto
Kenkri- al anochecer. Y dejando al criado que embarcase mis cosas, yo me fui a
examinar una torre antigua que se conserva sobre aquella ribera y parece
arquitectura griega, aunque sumamente arruinada. De vuelta encontré a todos
embarcados y a las 9 p.m. partimos con un poco de viento de tierra.
En Salamina, donde la libertad
venció a la tiranía
En un espíritu como el de
Miranda, el visitar el escenario del combate naval de Salamina no podía sino
causar especial emoción. Su imaginación “se exalta”, al contemplar el lugar
donde veintitrés siglos antes, el año 480 a.C.. los griegos derrotaron la
escuadra del más poderoso imperio, cambiando así el destino de la Hélade y de
Europa.
17 de junio
Al romper el día nos hallábamos sobre la isla de
Salamina, habiendo pasado por la noche dos o tres islotes de poca consideración.
Entramos en el estrecho o canal que esta isla forma con la costa de Leusina y
aquí se exalta la imaginación al considerar la posición de las escuadras griega
y persa, cuando Temístocles la derrotó completamente. Lo que da una idea del
corto espacio que ocupaban y la pequeñez de los buques que componían la marina
antigua.
Sobre las costas del continente se ven las ruinas del
famoso templo de Ceres y también los campos en que esta Diosa enseñó a los
griegos a plantar y cultivar el trigo por primera vez.
Traíamos en nuestra embarcación varias gentes pobres y
entre ellas un jugador de manos, griego, que nos divertía con sus bufonerías.
Pero lo que más me molestaba era un turco pordiosero que con su mujer e hijos
se embarcó de caridad… Y éste bribón pretendía, sin embargo, sólo porque era
turco, comandar absolutamente la embarcación, no obstante que el pobre griego
carabuquiris no recibió más dinero de sus pasajeros que las cinco piastras que
yo le pagué por lo mío.
El Pireo, el puerto de Temistocles
Desde comienzos del siglo XIV, el
famoso puerto antiguo del Pireo es mencionado como Porto Leone o Porto Draco,
nombre dado a causa del gran león de mármol que era “su guardian” y que,
posiblemente, en la era antigua, debió simbolizar la riqueza y poder de Atenas
y su hegemonía naval. Al entrar al puerto que engrandecieron Temístocles y
Pericles, Miranda observará que el monumento hurtado por Morosini se encuentra
colocado “sin ton ni son” en el Arsenal de Venecia.
A las once entramos en el famoso Puerto Pireo o Puerto
León como le llaman hoy donde se admiran aún las obras de Temístocles y aún
subsisten, a la boca, las bases o pedestales sobre los que posaban los dos
famosos leones de mármol que tenían en su boca la cadena que cerraba el puerto
y debían hacer la comparsa más noble que quiera imaginarse en contraste, por
cierto, de la que hacen a la puerta del Arsenal de Venecia, plantados allí sin
ton ni son.
Luego desembarqué y fui alojado con la mayor
hospitalidad por el señor de Cairac, negociante francés para quien traje carta
que me dio el señor Roque, de Corintio. Vino mi equipaje a tierra, sin ser
registrado, y resolvimos que el señor Cairac me daría cabalgadura para seguir a
Atenas –que estará como a una hora y media de camino, esto es una legua y media
francesa- que después de comer con él y con dos sobrinas que le acompañan, una
de 16 y otra de 12, enfrente de los sepulcros en ruinas de Temístocles y Cimón,
con música griega instrumental de hombres y mujeres que en una buena barca
recorrían el puerto dando música a las embarcaciones que en él había. Cuán
propensa es esta nación a la música ¡Todo el mundo canta!
Comimos pues enfrente de los sepulcros arruinados de
Temístocles y Cimón en la casa del Cónsul, que llaman, y es la que habita el
señor Cairac, hablando mucho de la antigüedad y dando vuelo a la imaginación
sobre todos estos sucesos interesantísimos de la historia griega, y en que no
se puede menos que admirar la exactitud y fidelidad topográfica con que
escribieron sus ilustres escritores comprendidos aun los poetas.
A las 5 p.m. me puse en marcha sobre un caballo del
país y mi criado sobre un asno; en otro iba el bagaje, atravesamos aquella
distancia, observando las antiquísimas ruinas de los muros que unían estos
puertos a la ciudadela y también los que circundaban el burgo del Pireo, etc.
Olivares, viñas, trigos, huertas, etc., cubren la superficie de esta
hermosísima y extensa llanura, que esta dominada por la ciudadela de Atenas.
En la sabia y política Atenas
“!Oh tú resplandeciente,
coronada de violetas;
tú, a quien cantan los poetas,
ilustre Atenas, ciudad divina!”
Acaso recordó Francisco de Miranda los versos de
Píndaro en elogio de Atenas, cuando, al atardecer del 17 de junio de 1786,
divisó desde su cabalgadura la Acrópolis de la ciudad y sus mármoles, dominando
el valle con su halo de eternidad. La urbe que era tenida por los ojos y por la
maestra de toda Grecia, como lo subrayó el caraqueño en sus lecturas de
Tucídides y Demóstenes, estaba frente a él.
Pero aquellos sentimientos de exaltación ante el
santuario de la belleza clásica, debían chocar enseguida con la realidad,
empezando por las penosas condiciones de alojamiento. El viajero llega al
monasterio que los capuchinos franceses habían fundado en 1667, junto al
monumento llamado Linterna de Diógenes. Esos religiosos habían confeccionado un
plano de Atenas y durante mucho tiempo habían servido de posaderos a los
peregrinos, al menos por la primera noche que pasaban en el lugar. El viajero
americano hubo de sufrir las pocas comodidades de la casa.
En su diario, no deja Miranda de ponderar la
hospitalidad de los griegos. En casa del Cónsul de Inglaterra, el griego
Procopio Makrís, “me dieron –relata- su dulce, café, etc., a la griega y mil
muestras de política y atención”.
A las seis y media p.m. llegamos al convento que
llaman, y un capuchino francés que es cabeza y los pies de aquella casa, me
recibió por aquella noche, mediante las cartas que me dio el señor Cairac. En
mi vida he visto un tonto, grosero e ignorante que se iguale a su Reverencia.
Por fortuna que se fue a decir misa a la Marina, al día siguiente, y que sólo
tuve que aguantar su simple y pesada conversación y preguntarme cuando me iba,
por aquella noche. Dióme una maldita cama sin sábanas; pulgas, etc., en
abundancia.
18
de junio
Fui a visitar al Cónsul de Francia, señor Gaspary,
para quien traía carta, Este me recibió políticamente.
Miranda
se alojará en una casa posiblemente muy cerca a la del Cónsul (Vicecónsul) de
Inglaterra Procopio Makrís. En la de éste, o mejor dicho, de su viuda Teodora
Makrí (pues aquel murió joven, en 1797), se alojó Lord Byron en su primera estada
en Atenas, en 1809. Allí se enamoró de la hija mayor de Makrís, la bellísima
Teresa, a quien escribió el poema The Maid of Athens, La doncella de
Atenas. En su segunda estancia, su alojamiento estuvo en el convento de los
capuchinos (donde vivió Miranda su primera noche ateniense). Luego, la hermosa
doncella y el poeta pasarían a la leyenda. Quedaría la casa donde nació aquel
amor -pasajero para el poeta-. A ella había llegado como visita Miranda 23 años
antes.
Luego a ver al señor Procopio Macri, griego, joven y
tonto, que hace de Cónsul de Inglaterra. Tiene dos hermanas bonitas y de
perfecta edad y la madama es amable. Me dieron su dulce, café, etc., a la
griega, y mil muestras de política y de atención.
Luego a casa y después de comer, a mudar de
alojamiento antes que llegase el maldito fraile. Este lo conseguí bueno, en casa de un Dragoman, nativo de la isla de
Candia, llamado el señor Giovanni, que sólo tenía su mujer y una criada, los
cuales me dejaron toda la casa a mi arbitrio y lo mejor era que estaba situada
cerca de la ciudadela, en un paraje elevado y bien ventilado, pues en lo bajo
es asarse en esta estación.
La casa es buena, sólidamente edificada en el gusto del país y me la querían vender en 50 cequíes, cuyo dinero hubiera dado gustosísimo si lo hubiera tenido, por tener posesiones en la sabia y política Atenas. Compréla al fin y la dejé a esta familia para que la habitase.
(NOTA del autor del Blog: Aquí deseo hacer un comentario propio, debido al trabajo intenso que se hizo por parte de la Embajada para lograr ubicar esta casa en la céntrica zona llamada Plaka, en Atenas, lo cual resultó infructuoso, pero es menester darle continuidad por parte del gobierno venezolano, pues pudiera ser la única posesión del Generalísimo en el exterior. Luis Roberto Mendoza)
La casa es buena, sólidamente edificada en el gusto del país y me la querían vender en 50 cequíes, cuyo dinero hubiera dado gustosísimo si lo hubiera tenido, por tener posesiones en la sabia y política Atenas. Compréla al fin y la dejé a esta familia para que la habitase.
(NOTA del autor del Blog: Aquí deseo hacer un comentario propio, debido al trabajo intenso que se hizo por parte de la Embajada para lograr ubicar esta casa en la céntrica zona llamada Plaka, en Atenas, lo cual resultó infructuoso, pero es menester darle continuidad por parte del gobierno venezolano, pues pudiera ser la única posesión del Generalísimo en el exterior. Luis Roberto Mendoza)
Por la noche fui al baño por curiosidad, el cual es
algo mejor que los antecedentes y todo enladrillado de mármol finísimo.
19 de junio
Malísimo de la cabeza y por consecuencia en casa. Por
la tarde tuve visita de ceremonia de los dos cónsules antecedentes y también de un negociante francés, señor
Gerau, mi vecino, casado con una griega joven y bien parecida, de Negroponto, a
quienes he debido mil atenciones, pues el ser vecinos aquí vale más que
parientes entre nosotros.
Negocié con el Comandante de la ciudadela por medio de
un presente de azúcar y café –todo costaría 12 cequíes- mediante el cual me
envió a decir que cuando gustase pasar a ver la fortaleza y sus curiosidades,
me recibiría con gusto.
Mi dolor de cabeza me aflige demasiado; tomé un
purgante que antes me ha hecho mal que bien y por poco me encaja un vejigatorio
en la nuca el médico del lugar. Otro más sabio me quería abrir una fuente en el
brazo. Por fortuna no hice ni lo uno ni lo otro.
En la Acrópolis de Atenas
Durante
siglos, la entrada a la Acrópolis se hizo por los propileos.
Estos,
como se sabe, datan de la época de Pericles y fueron obra de Mnesicles, quien
lo comenzó el año 437 a.C. Se conservaron casi intactos hasta el siglo XIII,
cuando los “Duques de Atenas”, conquistadores italianos, instalaron su
“palacio”. En la centuria siguiente, construyeron un torreón cuadrado, llamado
después Torre Franca (es decir, torre occidental, latina, no griega). Más tarde
los turcos instalaron allí un depósito de pólvora, justamente en el vestíbulo
central del edificio, al que habían cubierto con una cúpula. A mediados del
siglo XVII, una explosión destruyó en gran medida el magnifico monumento.
Francisco
de Miranda no vio los propileos en el estado en que hoy pueden ser
contemplados, luego de la restauración practicada entre 1909 y 1917. Además, en
1786, la destrucción causada en la centuria anterior no había aún agravada por
los daños causados durante el sitio de la Acrópolis de 1827, en la guerra de la
Independencia. Por otra parte, cuando Miranda los visitó, existía aún la Torre
Franca, que fue demolida en 1875.
A
pesar del estado en que se hallaban los Propileos y de los elementos ajenos al
monumento que había acumulados allí, Miranda captó la grandeza de esa
construcción, que para algunos había sido el orgullo de la Atenas clásica.
A la
entrada de la Acrópolis, Miranda no puede ver el pequeño templo de Atenea
Nicea, llamado generalmente de la Victoria sin alas o Nicea Aptera, al que se
llega desde el ala sur de los propileos. Este templete de estilo jónico, que se
comenzó a construir el año 432 a.C., fue demolido por los otomanos en 1687,
para ubicar ahí un bastión. En 1835 fue minuciosamente reconstruido por los
arquitectos Hansen, Ross y Shaubert, quienes lograron ubicar, una a una, la
mayor parte de las piezas.
Desde
los Propileos pudo al fin Miranda contemplar la grandeza del Partenón, el
templo de Atenea (Minerva). Este monumento, tan justamente célebre, fue
construido por iniciativa de Pericles entre 447 y 432 a.C., en la época de
mayor esplendor de Atenas. Bajo las órdenes del escultor Fidias, trabajaron el
arquitecto Calícrates y varios discípulos de aquel. Su nombre, como es sabido,
proviene de una de sus partes, la llamada Sala de las Vírgenes (Partenón).
Catedral ortodoxa desde Justiniano; iglesia católica bajo el dominio occidental
o “franco”, desde 1209, con el nombre de Santa María de Atenas; mezquita bajo
los otomanos, desde 1460. Utilizado por los turcos como polvorín, fue dañado
gravemente durante las hostilidades turco-venecianas, sobre todo por la
explosión de 1865. Los viajeros Spon y Wheler fueron los últimos en verlo
completo y describirlo, en 1675. Miranda tuvo el valioso libro, de aquellos,
que heredo del General Du Chatelet, 1794, mientras estaba en prisión en
Francia.
Los
venecianos despojaron al Partenón de los bajorrelieves del frontón principal,
los que destruyeron al intentar retirarlos para llevárselos. Pero Miranda
alcanzó al menos a ver los frisos que serían hurtados por Lord Elgin a
comienzos del siglo XIX.
Del
severo estilo dórico de las columnas del Partenón, la vista de nuestro viajero
va en seguida a la gracia del estilo jónico del Erecteion o templo de Atenea
Polias y de Poseidon-Erecteón. Esta doble advocación recordaba la unión de los
dos primitivos estados de Ática, los cuales rendían culto el uno a Atenea y el
otro a Poseidón. Este edificio se comenzó a construir el año 421 a.C. y,
después de una interrupción de los trabajos, fue terminado por el arquitecto
Focles en el año 406 a.C. En el siglo VII fue convertido en iglesia cristiana.
En 1463, lo otomanos lo transformaron en harén de las mujeres del comandante de
la Acrópolis. Cuando Miranda examinó el Erecteion, éste no había sufrido los
despojos de Elgin ni los daños causados durante la Guerra de la Independencia.
En cuanto al pórtico de las Kores o Cariatides de este templo, el viajero
venezolano admiró las columnas en forma de jóvenes mujeres, cuando todavía Lord
Elgin no había sustraído una de ellas.
22 de junio
Por la tarde a las cuatro vino el Cónsul inglés que
ofreció acompañarme a la visita de las antigüedades y junto con mi Dragoman, el
señor Giovanni, marchamos a la ciudadela. Allí encontramos al señor Fauvel,
pintor de la academia francesa, que de orden del señor Choiseul, embajador de
Francia en La Puerta, trabaja en modelar todos los bajorrelieves del templo de
Minerva, etc.
En compañía aún de éste seguimos nuestro examen por toda ella.
Primero el famoso templo de Minerva, cuyo centro esta arruinado por haberse
volado con una cantidad de municiones de guerra y pólvora que había dentro, al
tiempo en que le pusieron sitio los venecianos, efecto de una bomba que éstos
arrojaron.
Sin embargo, lo dos frontones que se conservan aún, y la mayor parte del pórtico –orden dórico y sin base la columna- dan la más bella y noble idea que quiera discutirse de éste noble edificio. Los bajorrelieves que corren por toda la cornisa y frontón son de exquisitísimo gusto y hacen echar de menos los que faltan. Los del frontón principal faltan del todo, porque lo venecianos, queriéndolos llevar, lo dejaron caer a tierra y se rompió todo… Las columnas son sin pedestal y acanaladas, lo que produce un muy bello y sencillo efecto. ¡Oh, qué sublime monumento! ¡Todo cuanto he visto hasta aquí no vale nada en comparación!
Sin embargo, lo dos frontones que se conservan aún, y la mayor parte del pórtico –orden dórico y sin base la columna- dan la más bella y noble idea que quiera discutirse de éste noble edificio. Los bajorrelieves que corren por toda la cornisa y frontón son de exquisitísimo gusto y hacen echar de menos los que faltan. Los del frontón principal faltan del todo, porque lo venecianos, queriéndolos llevar, lo dejaron caer a tierra y se rompió todo… Las columnas son sin pedestal y acanaladas, lo que produce un muy bello y sencillo efecto. ¡Oh, qué sublime monumento! ¡Todo cuanto he visto hasta aquí no vale nada en comparación!
De aquí pasamos a otro templo que esta inmediato,
llamado Erecteón. Este es de orden jónico y aunque no de un buen todo, están
sus partes trabajadas con tanto primor y gusto que causan verdaderamente
admiración. Los capiteles jónicos de sus columnas y singularmente las volutas
de éstas, merecen ser el modelo de su especie, con preferencia a las que se ven
en el teatro de Marcelo y de la Fortuna Viril, en Roma. Pegado y formando como
un pórtico a éste mismo templo, están las Cariatides, que son cinco mujeres,
estatuas de mármol muy bien trabajadas y que sostienen el pórtico, formando
como un orden de arquitectura que produce buen efecto.
Los propileos, o puertas de entrada, están confundidos
con otros pedazos de mampostería moderna que se han atravesado y no se puede
formar aquella bella idea que seguramente debía dar este soberbio edificio, del
gusto y espíritu de Pericles. Bajamos abajo para observar una luz que se dice
arde constantemente en el centro del muro; más no es otra cosa que una grieta y
la transparencia del mármol que forman aquel reflejo con la luz que da por
fuera del edificio.
Saliendo de la ciudadela y pegado a ella por la parte
de afuera, se ve distintísimamente el teatro de Baco, cuyas gradas y escena
manifiestan cuán bien imitó Palladio a los antiguos en su teatro Olímpico. Más
adelante, a un cuarto de milla están aún las marcas del Odeón o teatro para la
música, y asimismo, el paraje donde estaba situado el Areópago. Por aquella
parte están igualmente dos pequeños cuartos tallados curiosamente en la roca
viva y se cree sean las prisiones del Areópago.
La Colina de las Musas
Frente
a la Acrópolis esta la Colina de las Musas o del Museo, llamada también de
Filopappo, pues en ella se levanta el monumento que los atenienses dedicaron
entre los años 114 y 116 d.C. a Cayo Julio Antíoco Filopappo, benefactor de la
ciudad, tumba que se conservó intacta por lo menos hasta 1436. Miranda asciende
la colina –desde la que se tiene una espléndida perspectiva- y no olvida copiar
la inscripción que podía leerse con claridad en el mármol.
Desde
esa colina de las musas, el caraqueño tiene una visión panorámica de Atenas y
de una vasta extensión de la tierra griega. El viajero observa la acertada
elección de los lugares en que los helenos erigían sus ciudades, elogiando en
especial la posición de Atenas, que permitía divisar el movimiento de los
puertos de Pireo y de Fálero. Un cuarto de siglo después, desde ese miso lugar,
Chateaubriand hará una reflexión semejante.
En
seguida, junto al convento capuchino donde había pasado una desagradable primera
noche en Atenas, observa Miranda el monumento corégico de Lisícrates, del año
335-4 a.C., más conocido entonces como la Linterna de Demóstenes. También aquí
Miranda copia la inscripción.
A
continuación, el peregrino venezolano se refiere al Monumento corégico de
Trasilo (vencedor de los certámenes de año 320 a.C.), que fue completado por su
hijo, el año 271. Consistía en una fachada de pórtico de estilo dórico, en
mármol, con una estatua de Dionisio, sentado. Esta fue substraída por Elgin. El
resto del monumento, intacto hasta 1826, fue prácticamente destruido ese año,
durante el sitio de la Acrópolis. Miranda pudo ver, pues, un monumento que
nosotros sólo podemos imaginar en integridad por el dibujo que hizo y publicó
James Stuart (1713-1788) en su obra Antigüedades de Atenas (Antiquities of Athens), en 1762. Miranda copió la inscripción.
Un poco más adelante se sube a la colina del Museo,
donde esta un monumento triunfal llamado de Filopappos, con dos estatuas
mutiladas y bastantes desfiguradas. Se lee distintamente la inscripción griega
siguiente, traducida: “Cayo Julio Filopappos, hijo de Cayo, de la tribu Fabia,
Cónsul, hermano de Arval, agregado a los Pretorianos por el Emperador César
Nerva Trajano, que triunfó de los Germanos y Tracios”.
De esta colina se logra la vista más completa de toda
la situación antigua de Atenas, del puerto y del Archipiélago, divisándose aún
el Castillo de Corinto. Es menester confesar, a la vista de las primeras
ciudades de Grecia, que tenían un gran tino estas gentes para escoger el lugar
de sus poblaciones y edificios. Desde los pórticos de sus templos que acabo de
mencionar, veían distintamente sus flotas que estaban en los puertos Pireo y
Falero, cuando salían, entraban, etc.
Descendiendo de aquí y dando vuelta a la ciudad, se encuentra otro monumento como
el anterior, con su estatua mutilada, llamada de Trassyllus y la inscripción
siguiente: “Trassyllus, hijo de Trassyllus de Deceleo, ha dedicado éste
monumento, habiendo vencido en los juegos con los hombres de la tribu
Hippothoontida. Evius de Chalcis compuso la música. Neahemeus era Arconte.
Carcidamus Sotus hizo los recitativos”.
Más adelante se encuentra, en el convento de Francia,
con aquel pequeño edificio rotondo llamado La Linterna de Demóstenes y que, en
mi concepto, según sus bajorrelieves no fue otra cosa que un pequeño templo de
Hércules. Tiene también alrededor una inscripción griega semejante a la
antecedente de Trassyllus, y el techo cubierto de una cúpula de mármol en forma
de escamas de pescado ingeniosísima.
Los Monumentos se Adriano
El
hoy llamado Pórtico o Arco de Adriano, y por aquel entonces Arco de Teseo,
llevó también a Miranda a utilizar su lápiz para copiar las inscripciones, y le
hizo observar algo respecto a su denominación.
El
viajero menciona en seguida con admiración el monumental templo de Zeus
Olímpico u Olimpeion (su base mide 205,60 m de largo, por 129,80 m de ancho, y
tenía 104 columnas corintias de 17,25 m de alto), consagrado por Adriano el año
131-2 d.C.
Examinó
Miranda el emplazamiento del antiguo Estadio y ponderó el mérito de la
grandiosa obra levantada por Herodes Atico, en honor y obsequio de Atenas. No
pudo, seguramente, imaginar que en la centuria siguiente, un benefactor
moderno, un griego de Alejandría, Georgios Averof, dotaría a la ciudad de un
estadio enteramente hecho de mármol, reconstrucción exacta del antiguo, y que
en él se inaugurarían en 1896 las Olimpiadas modernas.
Aproximándose a la muralla de la ciudad por esta
parte, se encuentra embutido en el mismo muro y enterrado como una tercera
parte, un arco triunfal y puerta al ismo tiempo, hecho todo de excelente
mármol, al modo de los que se ven en Roma, bien que sencillísimo, que llaman
Arco de Teseo y yo le llamaría de Adriano, por su arquitectura, etc., donde se
lee la siguiente inscripción griega, que denota muy bien cuál era la situación
de la ciudad de Adriano. Por la parte de dentro dice así:
“Esta es Atenas, que fue primeramente la ciudad de
Teseo”. Y por fuera: "Esta es la ciudad de Teseo".
Saliendo al campo por esta parte, se encuentran luego
16 columnas en tres rangos paralelos, de una altura sumamente extraordinaria y
de orden corintio, de bellísima proporción, que se dice son parte de aquel
famosísimo Panteón de Adriano. “Qué bellísimo mármol! ¡Y qué tratamiento le dan
todos los días los turcos! Pues encontramos varias piezas de sus pedestales
acabadas de romper.
El estadio o anfiteatro para las carreras estaba
situado como a una milla de esta paraje y se distingue más o menos el
emplazamiento… ¡Qué obra! Seguramente para ser hecha toda a expensas de un
ciudadano, como era Herodes Atticus.
Atravesando la ciudad desde este punto, se encuentra
centralmente varias columnas y pedazos de arquitrabe de los famosísimos templos
de Júpiter Olímpico y de Augusto, cuyos emplazamientos están enteramente
ocupados con casas turcas. Inmediato a éstos está también la Torre de Los
Vientos, que llaman, y sirve en el día de mezquita a los Derviches-Tourneurs,
que me permitieron con mucha urbanidad, examinarla interiormente, donde su
arquitectura parece más admirable, pues el techo esta cubierto con piezas
enteras de mármol que se encuentran en el centro y apoyan sobre circunferencia
del muro el otro extremo, exactamente como si fuesen de madera.
El
Teseion y la Academia
Construido
por Cimón hacia el año 474 a.C., el Teseion, con sus veinticinco siglos, es
hasta hoy el templo mejor conservado en territorio griego. Imposible era que
Miranda dejara de anotar su entusiasta admiración por tal monumento.
Dese
la altura del Teseion, divisa Miranda el lugar donde estuvo la Academia de
Platón, los jardines de Academo. Al descender por fin de la pequeña colina,
encuentra restos de sepulcros de excelentísimo mármol y bello trabajo, que son
destruidos para utilizarlos en la construcción de fuentes. El peregrino americano
no llegó a conocer la antigua necrópolis del Keramikós, impresionante conjunto
de monumentos funerarios, que fue descubierto en 1861.
Acabamos de atravesar la ciudad y justamente al remate, sobre una elevación
agradable y que domina todas las partes adyacentes, esta el famoso templo de
Teseo, el edificio más entero de su especie, de la antigüedad, que creo existe
en el mundo.
Efectivamente, nada le falta, y si no fuera por un par o dos de los que forman las columnas, que se han salido de su centro, tal vez por algún temblor de tierra o esfuerzo de la barbarie y algún ligero desfalco en las piezas de mármol que cubren los pórticos alrededor, en imitación al maderaje que ellos usaban –cosa curiosísima y muy bien entendida, por cierto-, se puede decir que esta ileso.
Exposición sobre la vida de Miranda en la Feria Internacional del Turismo en Atenas |
Efectivamente, nada le falta, y si no fuera por un par o dos de los que forman las columnas, que se han salido de su centro, tal vez por algún temblor de tierra o esfuerzo de la barbarie y algún ligero desfalco en las piezas de mármol que cubren los pórticos alrededor, en imitación al maderaje que ellos usaban –cosa curiosísima y muy bien entendida, por cierto-, se puede decir que esta ileso.
Su figura es cuadrilonga y de bellísima proporción; se
conoce que éste sirvió de modelo al de Minerva y que sus bajorrelieves sobre
metopas y frontones (son alusivos a las expediciones de Teseo, combate de
Centauros, etc.) aún no son muy inferiores al otro.
Sirve en el día de iglesia griega, y sus solidísimos fundamentos o estilóbatos, todos de gruesísimos bloques de mármol sin más cimiento, comienzan ya a estar descubiertos por la barbarie de aquellas gentes… A la verdad, no se puede concebir sin admiración, cuando se ve dicho edificio, ¡cómo es posible que una de las más primeras obras de la antigua Atenas haya podido conservarse tan entera hasta hoy! ¡Qué carácter de solidez! ¡Qué gusto! ¡Qué bella proporción!
Sirve en el día de iglesia griega, y sus solidísimos fundamentos o estilóbatos, todos de gruesísimos bloques de mármol sin más cimiento, comienzan ya a estar descubiertos por la barbarie de aquellas gentes… A la verdad, no se puede concebir sin admiración, cuando se ve dicho edificio, ¡cómo es posible que una de las más primeras obras de la antigua Atenas haya podido conservarse tan entera hasta hoy! ¡Qué carácter de solidez! ¡Qué gusto! ¡Qué bella proporción!
De éste paraje se ve perfectamente, como a una y media
milla de distancia, el sitio donde estuvo la famosa Academia de Platón ¡Y qué
bien elegido! Atravesando por las calles y entrando en el patio de algunas
casas, se encuentran varios sarcófagos o sepulcros griegos de excelentísimo
mármol y bello trabajo, que sirven para formar fuentes públicas o privadas… ¡O
quantium!
Dos
días después de su peregrinación por lo monumentos atenienses, el viajero
vuelve a buscar una visión panorámica del Ática. Esta vez no ya desde la Colina
de las Musas, sino desde el monte Turkovuni (Cerro Turco), denominado también
monte Anchesmos, pegado al Licabeto , cerro en cuya cima hay una ermita. Es
verosímil que haya sido desde la cumbre del Licabeto desde donde oteó la ciudad
Miranda el 23 de junio; y que, por estar contiguas las colinas, haya anotado
como “Anchesmus” el conjunto de ellas.
Hoy
ese cerro pedregoso se sube en un cómodo funicular. Naturalmente, Miranda subió
a pie la empinada cuesta; y lo hizo para obtener una nueva perspectiva de
conjunto. Y su esfuerzo fue compensado.
23 de junio
Por la tarde estuve sobre una gran roca o montezuelo
que se eleva a cosa de una media milla de los muros de la ciudad y domina
perfectamente los alrededores y aun el puerto. Se llama Monte Anchesmus y en la
cima hay una ermita griega. Este punto, se dice, venía a ser el centro de la
populísima antigua Atenas. ¡Qué bellísima vista! De aquí se goza la completa
vista del antiguo Monte Himeto, cuya miel y agradable situación no desmienten
en nada lo que los griegos de aquel tiempo nos tienen dicho a este propósito.
Tuve el gusto igualmente de ver esta tarde la
ceremonia de un casamiento griego, de una mozuela vulgar y bien parecida a
quien paseaban con su corona a paso de hormiga por las calles de la ciudad.
¡Válgame Dios, cuánta monería le colgaba por todas partes y cuánta pintura
llevaba sobre su cara, cejas, etc.!
Por la calles apenas se encuentran mujeres y si se ven
echan a correr, particularmente si ven un turco, pues las pobres griegas son
maltratadas y violadas impunemente por estos… y no porque las casas no estén
llenas hasta el techo de este sexo.
El gran escenario de Maratón
Para
Francisco de Miranda, llegar a Atenas tenía que ser sinónimo de llegar a
Maratón. Había para ello dos razones. Por una parte, su ferviente espíritu
libertario inseparable de su admiración por el helenismo, lo impulsaba,
naturalmente, a (…falta texto) de septiembre del año 490 a.C., la pequeña
Atenas venció al gigantesco Imperio Persa de Ciro el Grande y puso fin a su
intento de subyugar a los griegos, era una gran anhelo. Pero, además, para el
viajero sudamericano, siempre estudioso de las cuestiones estratégicas donde se
habían desarrollado batallas históricas, Maratón era un escenario poderosamente
atractivo.
El
24 de junio al amanecer, se pone en marcha el caraqueño para hacer un camino de
ocho horas a lomo de caballo. Premunido de un cuaderno de apuntes y del
recuerdo de sus lecturas clásicas, examina el lugar donde, veintitrés siglos
antes, se desarrolló aquel desigual enfrentamiento. Como en otras ocasiones,
comprueba la exactitud de las descripciones de los historiadores griegos, en
este caso de Polibio y Plutarco. Se inclina respetuoso y sobrecogido ante el
Sorós, el Túmulo de Maratón, de 12 metros de alto y 185 de circunferencia,
tumba común de los mártires helenos. Examina asimismo piezas de mármol
provenientes de monumentos dedicados a los caídos por la libertad.
Antes
de que oscurezca, alcanza a recorrer el resto de la llanura de Maratón, de 10
kilómetros de largo y 5 de profundidad, circundada por la bahía. De anochecida,
llega a la aldea de Maratón y es hospedado en un jardín, bajo un árbol, donde
pasa la noche.
En
el viaje de venida, Miranda ha sido acompañado por un criado y un guía griego.
El recorrido, bajo fuerte sol, es pesado, y se hace un breve descanso en el
jardín de la casa de los padres del guía. El viajero no olvida destacar la
hospitalidad griega.
Y
todavía podrá gozar Miranda de otra vista panorámica de Atenas y de la
Acrópolis. Es la visión que tiene el viajero al regresar de su excursión por
Maratón, el día 25 de junio:
“Al
abordar la ciudad por este paraje, ¡qué bien se presenta aún la ciudadela y el
bellísimo templo de Minerva, que resalta sobre todo!”
Atenas,
ojo de la Grecia, maestra de los helenos: el joven que salió de Caracas hace
quince años ya ha visto su luz y la majestad de sus imponentes de sus mármoles.
El viajero ha aprendido algo más. Ha fundido el saber de los libros con el
conocimiento vivo de un espíritu corporeizado en las ruinas de Atenas. La
ciudad le ha enseñado también a él. Por eso, en la edición de Tusíades no sólo
subraya las palabras de Pericles que la llaman “maestra”. El mismo escribe el
pensamiento en la página blanca inicial:
“Entre
todas las ciudades, Athenai era la maestra de la Grecia”.
24 de junio
A la punta del día me puse a caballo con mi criado y
guía griego para ir a ver el campo de Maratón, a ocho horas de Atenas, porque
aunque el Cónsul inglés y el señor de Fauvel solicitaron ambos el venir
conmigo, luego comenzaron a encontrar dificultades insuperables.
Atravesamos una llanura sembrada de olivos, trigos,
jardines, etc. y dos o tres aldeas turcas de no mal parecer. A las siete
llegamos a las inmediaciones de otra y en un jardín y casa pertenecientes a los
padres de mi guía, nos apeamos. Luego me pusieron alfombra y almohadón bajo un
árbol y allí tomé mi té, frutas, etc., reposando como una hora, convidándome
estas buenas gentes para la vuelta con mejor acogida.
Yo seguí mi viaje a través del mismo país por un rato,
más después todo era árido y pedregoso, pasto sólo para cabras y para las
abejas que recogen el néctar del tomillo y del mito.
En fin, a eso de las diez –el sol no se podía ya
aguantar- llegamos a una aldea, donde inmediatamente me pusieron el tren
antecedente, bajo de un árbol y las caballerizas bajo de otro, para reposar
hasta la tarde. Se hizo un poco de comer con lo que yo traía, pues aquí es
menester traer todo consigo, y a las cuatro nos pusimos en marcha para Maratón, que estará a dos horas y
media de aquí.
Finalmente, después de pasar por un terreno, todo de
montaña y sumamente pedregoso, descendimos de una gran altura por un
desfiladero bien perpendicular, para llegar a dicho campo que se presenta
hermosamente desde la altura.
Allí encontramos unas buenas mujeres que nos convidaron a reposar un poco y en ese intermedio vino un buen viejo, que se ofreció, como práctico, a mostrarnos todo por diez parás; yo le ofrecí 20 y quedamos de acuerdo. Aquellas gentes nos informaron al mismo tiempo que aún se encontraban, envueltos en la tierra, pedacillos de plomo que se cree eran parte de las flechas que sirvieron en la acción.
Allí encontramos unas buenas mujeres que nos convidaron a reposar un poco y en ese intermedio vino un buen viejo, que se ofreció, como práctico, a mostrarnos todo por diez parás; yo le ofrecí 20 y quedamos de acuerdo. Aquellas gentes nos informaron al mismo tiempo que aún se encontraban, envueltos en la tierra, pedacillos de plomo que se cree eran parte de las flechas que sirvieron en la acción.
Primero seguimos sobre la derecha, donde se observan
dos pilas de gruesos pedazos de excelente mármol con sus hierros, etc., que
denotan ser parte de algún sepulcro o monumento erigido a algún héroe de los
que murieron en la acción, tal vez los dos generales griegos. Asimismo, se nota
la posición que ocupaba el ejército griego a la falda de aquel monte, con su
retirada segurísima e inatacable. Pero más hacia el mar, sobre de la derecha,
se ve un paraje cenagoso donde pereció la mayor parte de la caballería persa y
cubría perfectamente el ala derecha de los griegos.
En el conmedio del campo hacia el mar, esta una gran
pirámide de tierra, visible de todas partes, que es el sepulcro y el monumento
más permanente al mismo tiempo, de los 2.000 soldados griegos que murieron en
la acción. ¡Bellísima idea! En el centro del campo hay una gran pila de gruesos
mármoles trabajados y encerrados, que denotan ser ruinas de un gran monumento
erigido allí a la victoria o a Milciades.
Recordando a Plutarco
La
lectura de Pausanias, el gran viajero del s. II d.C., guía al caraqueño al
regreso, el 25 de junio al amanecer. Desea volverse por la “charadra” o
quebrada, al costado de la Colina de Pan, al fin de visitar la caverna descrita
por aquel peregrino antiguo. Después retomará el camino que recorrió de venida,
a fin de reencontrar el jardín de “su griego”, es decir, del padre de su guía.
Todavía
la luz del verano le permite al peregrino recorrer el resto del valle, antes de
arribar al puerto de Maratón, para hallar un jardín hospitalario.
Por
fin el último tramo del camino: aliviado por el canto del guía, a propósito del
cual nuestro viajero pondera la calidad y variedad de la música griega.
Apenas nos quedó tiempo para recorrer a caballo el
resto del campo, antes de la noche, el cual tendrá cinco millas de largo y dos
de ancho, todo cultivado de trigo y legumbres y circundado de montes por tierra
y el mar al frente. La descripción (…) me parecería ver el plano; lo mismo me
sucedió con el Puerto Piero.
Ya con la noche llegamos a la aldea Maratón, que estará como dos millas más adentro, en una quebrada hacia la izquierda de dicho campo. Fuimos hospedados en un muy buen jardín, donde, debajo del árbol, cenamos frugalmente y allí también se pasó la noche, no sin música de mosquitos.
Ya con la noche llegamos a la aldea Maratón, que estará como dos millas más adentro, en una quebrada hacia la izquierda de dicho campo. Fuimos hospedados en un muy buen jardín, donde, debajo del árbol, cenamos frugalmente y allí también se pasó la noche, no sin música de mosquitos.
25 de junio
A la punta del día seguimos nuestra marcha de retorno,
por la quebrada arriba, con designio de visitar la cueva famosa que describes
Pausanias, y que el pueblo dice es la morada de los griegos que murieron en
Maratón. Efectivamente, como dos millas más adelante, echamos pie a tierra, y
con la asistencia de un pastor, que por allí andaba, subimos una pendiente algo
difícil y allí encontramos la dicha cueva que tiene dos bocas por donde se
entre bajándose mucho, y dentro hay dos especies de apartamentos, bajos
también, que comunican entre sí, donde nada se ofrece de notar.
Luego bajamos y siguiendo el camino de vuelta sobre la
derecha, como a media milla de distancia a la falda del monte, esta un torreón
antiguo, cuya arquitectura, en bella forma cuadrilonga, más bien parece griega.
Montando y montando sobre montañas áridas y pedregosas, llegamos a las seis
a.m. al mismo lugar donde comí el día antes. Habiendo tomado allí mi té,
seguimos adelante por el mismo camino que vinimos, hasta llegar a las nueve al
jardín de mi griego, donde encontré mi reposo ya preparado bajo de un árbol:
leche, frutas, etc., que aseguro vienen bien a propósito, después del calor y
la fatiga.
A las cuatro continuamos y a las seis y media llegamos a nuestro alojamiento de Atenas, habiéndolo pasado agradablemente, a lo que contribuyó también el buen humor y canto del guía, en cuya manera de cantar griega se descubre, me parece, un gran fondo de armonía y nobleza, particularmente en las canciones de Atenas, porque cada lugar tiene las suyas.
Al abordar la ciudad por éste paraje, ¡qué bien se
presenta aún la ciudadela y el bellísimo templo de Minerva que resalta sobre
todo!
Adiós a Atenas y El Piero
26 de junio
Por la mañana acabé de leer y examinar la obra del
señor Le Roy, arquitecto francés, Ruines
des plus beaux monuments de la Gréce, obra posterior y hecha con bastante
cuidado por lo que mira a Atenas. Me
despedí de todos los amigos, de mi vecina la señora Gerau, y de mi buena
patrona la Dragomana; a quien di dos cequíes por todo el tiempo que estuve
en la casa y quedó tan contenta.
Por la tarde me puse en retirada hacia el Puerto Piero
donde llegué poco a poco en dos horas, reconsiderando las ruinas de las obras
famosas de Temístocles y varios pozos que hay por aquí tallados en la roca, que
servían para conservar y dar agua al Pireo, cuando la flota lo necesitaba.
Encontré a mi amigo Cairac, que con gusto me esperaba
a la puerta, y en cuya compañía tuve el gusto de pasar la noche agradablemente,
con la buena noticia de hallarse pronta para salir al día siguiente, un
buenísima barca hydriota que iba a Esmirna, sin que fuese necesario que yo
pasase a la isla de Hydra a buscar embarque.
27 de junio
Temprano dimos una vuelta al puerto, por agua, el que
tendrá una y media milla de circunferencia, viendo nuevamente las obras bajo el
agua que lo dividían en tres partes para la seguridad y mejor acomodo de su
Escuadra, que parece era de 200 naves.
Las ruinas de las fortificaciones del burgo de Pireo,
sepulcros o monumentos a Temístocles y Cimón, etc. Luego vino el “carabuquiris”
hydriota que nos pidió 100 piastras por mi pasaje y luego se acordó por 15,
incluso el criado.
El señor Cairac me dio algunas noticias interesantes
relativas al país, que conoce desde su niñez. Atenas sólo cargará tres
embarcaciones al año para la Cristiandad, con granos y aceite. La población
será de 8.000 personas; sumamente cálida en verano y sus calles estrechas y
puercas. En fin, a las nueve de la noche, después de cenar con mis amables
huéspedes y comer por última vez la célebre miel del monte Himeto, la que he
gustado todo el tiempo de mi estada en Atenas y es de exquisito gusto, me embarqué
dejando al criado Jorgo, porque tenía miedo a embarcarse.
Una mirada al Egeo
Después
de la visión de las islas del Egeo y su breve paso a Quíos, el 2 de julio,
Miranda quiso pisar suelo asiático, para lo cual hizo un desembarco especial.
Busto de Miranda lanzado al Mar Egeo para su inmortalidad. |
28 de junio
Con poco viento navegamos la noche y por la mañana a
las diez dimos fondo sobre Cabo Colona, en Ática, por ser el viento contrario.
Aquí estuvimos hasta el anochecer, que con el viento de tierra continuamos poco
a poco.
29 de junio
Por la mañana dimos fondo en la isla de Zea, por ser
el viento contrario, desde donde veíamos claramente las otras adyacentes de
Hydra, Termia, Tinos, Míkonos, Delos, Naxos, Serfanto y casi todas las
Cícladas. Las gentes se fueron a comer a tierra y al anochecer seguimos nuestro
rumbo con poco viento.
30 de junio
Por la mañana vinimos al ancla sobre la Punta de
Caristos, en la isla de Negroponto, hasta el anochecer, que seguimos con
ventolinas de tierra.
1 de julio
Por la mañana el ancla sobre las costas de la isla de
Andros, el viento siempre (…). Por la tarde, nos hicimos a la vela habiéndose
llamado un poco (…).
2 de julio
Amanecimos sobre el O. Mastico en la isla de Chios, y
montamos el Canal, gozando de la hermosísima vista que la isla presenta por
esta parte y particularmente la ciudad que está a la falda de la montaña en
forma de anfiteatro, con jardines y casas de campo por todo alrededor, que es
una delicia el verlo.
A la diez vinimos al puerto para desembarcar algunos
pasajeros y yo fui a tierra por una hora, logrando ver parte de la ciudad y
algunas de las mujeres con sus enaguas por la rodilla y bastantes cariñosas…
Luego fue preciso embarcarse, pues el capitán esperaba a la vela y el viento se
había llamado al Este.
Contorneamos fácilmente los islotes llamados Spalmadori, donde comenzó el ataque fuerte de las escuadras Rusa y Turca en que se volaron los dos almirantes. También pude examinar con mi anteojo el Puerto de Tchesmé, en el que se refugió y fue quemada toda la escuadra Otomana; todo se ve muy bien.
Luego vinimos al ancla sobre la costa de Asia y yo desembarqué para posar mi pie, por primera vez, en esta parte del mundo. Di un paseo por algunos sembrados que había allí y me volví a bordo. Por la noche nos hicimos a la vela.
Contorneamos fácilmente los islotes llamados Spalmadori, donde comenzó el ataque fuerte de las escuadras Rusa y Turca en que se volaron los dos almirantes. También pude examinar con mi anteojo el Puerto de Tchesmé, en el que se refugió y fue quemada toda la escuadra Otomana; todo se ve muy bien.
Luego vinimos al ancla sobre la costa de Asia y yo desembarqué para posar mi pie, por primera vez, en esta parte del mundo. Di un paseo por algunos sembrados que había allí y me volví a bordo. Por la noche nos hicimos a la vela.
En la activa y dinámica Esmirna
Entre
el 3 y el 12 de julio a medianoche, el viajero permanece en Esmirna, el gran
puerto cosmopolita del Levante, al cual el helenismo y la lengua griega ponen
su sello en aquel tiempo. Miranda entrega muchas informaciones que no podemos
analizar aquí. Entre sus actividades, no olvida buscar un lugar que le permita
una visión panorámica.
3 de julio
Temprano doblamos en Cabo Caraburun y entramos en el
Golfo de Esmirna. Pasamos las islas Inglesas que están en el medio y por la
tarde pasamos el Castillo –pobre cosa- que distará 10 millas de Esmirna, donde
dimos fondo al ponerse el sol. Luego desembarqué, pasé a la Aduana Turca, que
no es muy difícil y me alojé en una posada que llaman del Maltés, Cl. de
Francos, donde estaba tal cual, pagando dos piastras al día. El capitán y
gentes que me acompañaron se volvieron a bordo por temor a la policía.
No se puede negar que estas gentes hydriotas son
industriosas, han perfeccionado sumamente la construcción de sus naves y son
los mejores navegantes del Imperio Turco, habiendo hecho florecer su isla
–Hydra- que nos es más que una roca, por el comercio, y me aseguran que tienen
en el día, más de 160 embarcaciones suyas, entre grandes y pequeñas. Mi buen
amigo Cairac quería que Francia enviase sólo dos corsarios malteses para
destruir toda esta marina, que no hace bien al comercio francés… ¡Un coup de
politique!
4 de julio
Por la mañana temprano –pues los mosquitos
innumerables que infectan las casas me dieron una noche infernal- a dar un
paseo por la ciudad, cuyas calles son puercas, estrechísimas –los de los
Francos sobre todo- e insoportables con el calor.
Vi la iglesia italiana y la francesa, que son aseadas
y tal cual; la griega y la armenia, la primera puerquísima, la segunda no
tanto, aunque con pinturas de ángeles y santos por todas partes, aun en los
pilares. En el culto me parece se puede descubrir mucho del carácter y
civilización de una nación.
Atravesando el barrio turco, en el que se ven algunos
kanes bien dispuestos y con árboles para la comodidad de los mercaderes, el
bazar, todo cubierto, etc., el barrio judío, el más cochino y pestífero que
quiera imaginarse; el armenio, mucho más cuidado y fabricado, etc., llegamos a
los hospitales francés, veneciano e inglés, que son unos pequeños
establecimientos bastante bien mantenidos para el alivio de los marinos de
estas naciones que lo necesiten. El señor Negrín, cirujano del Rey, los tiene a
su cargo y parece sujeto hábil; practica actualmente el magnetismo y con éxito
según dicen. Luego a casa.
Por la tarde estuve a entregar carta que traía para el
señor Conde de Hochepied, Cónsul de Holanda, y otra al señor Amoreux, Cónsul de
Francia, que me recibió de modo un poco extraño, más hizo su reparación al día
siguiente.
Luego pasé a un árbol al modo turco y comiendo algunas frutas que con flores la jardinera me ofreció, se pasó la tarde, hasta la vuelta a casa donde me aguardaba el calor infernal de Esmirna y los mosquitos. Más la patrona me había ya favorecido con un pabellón, sin el cual es imposible dormir por la noche; en le día hay la ventaja de que no aparecen esos bichos.
Luego pasé a un árbol al modo turco y comiendo algunas frutas que con flores la jardinera me ofreció, se pasó la tarde, hasta la vuelta a casa donde me aguardaba el calor infernal de Esmirna y los mosquitos. Más la patrona me había ya favorecido con un pabellón, sin el cual es imposible dormir por la noche; en le día hay la ventaja de que no aparecen esos bichos.
5 de julio
A dar un paseo temprano y a bañarse en el baño más
famoso, por curiosidad de verlo. Aquí un negro me estregó grandemente y después
me reposé sobre un cómodo sofá con el agrado de ver una graciosa fuentecilla de
mármol, que en medio del salón rotondo, jugaba sus aguas. La disposición es la
misma de los que llevó dicho antecedentemente, más mucho más grande, rico en
mármoles y suntuoso; por la noche esta iluminado.
Por la tarde tuve visita de forma consular, esto es,
con sus secretarios, del señor Amoreux y del señor Hochepied, que me hicieron
mil ofertas y finezas, quedando en que el primero me guiaría en la ciudad, y el
segundo en la campiña, donde se hallaba con toda su familia y me convidaba a
pasar algunos días en su compañía.
Por la noche me llevaron a casa del señor Premaux, que
también había venido a verme en mi ausencia, riquísimo negociante holandés que
vive con gran esplendor en una hermosísima casa, donde se hacía aquella noche
la sociedad. Así encontré más de treinta personas de ambos sexos que se
entretuvieron por la mayor parte o absolutamente en jugar a los naipes. Sólo
una persona quedó desocupada, el señor Ensile, quien me dio conversación y
encontré amable e instruido, con quien formé amistad desde entonces. A las once
a dormir.
6 de julio
A comer con el señor Hochepied, en cuya compañía hallé
varios sujetos de la noche antecedente y lo pasamos socialmente hasta tomar el
café, que es la hora (…)
Por la tarde, a los consabidos jardines; todos los
griegos cantando siempre y les parece que no puede haber diversión sin música,
y después, al Cónsul de Francia, quien me presentó al casino o paraje de
sociedad en que se reúnen en la noche, por suscripción, todos los comerciantes.
Se juega a los naipes y se leen las Gacetas Europeas –con alguna taza de café y
vaso de limonada- que llegan de cuando en cuando. Bastante decente y bien
reglado todo.
7 de julio
A visitar al señor Fremaux, que me informó bastante
del comercio de esta ciudad y atrasos que éste había sufrido en más de la
mitad, en comparación del que se hacía antes de la Revolución de Persia. Y que
esta ciudad haría sin embargo hoy, por más de 20 millones de libras con cerca
de 400 embarcaciones que despachaban anualmente un promedio de 300 toneladas. A
comer con el Cónsul de Francia.
Jardines por la tarde y al Casino en la noche, donde
tuve el gusto de encontrar casualmente dos hijos de un conocido mío de
Inglaterra, el señor Lee, que son jóvenes de mérito y fortuna. Se alegraron
mucho de mi encuentro y me convidaron a comer al día siguiente para hablar de
Inglaterra.
8 de julio
Efectivamente estuve en casa de los señores Lee. Llamase
el mayor Richard y el menor Edward Lee. Tienen una de las mejores casas de
Esmirna y nos dieron una magnífica comida, en que verdaderamente se distinguía el
noble gusto inglés en todo. Encontré allí varios sujetos conocidos, y entre
ellos un joven, el señor Hayes, inglés, que parece bien instruido en las
intrigas políticas de su patria en el día; gran Foxista… . El fin, tuvimos muy buena sociedad y se
habló política infinitamente.
Por la tarde jardines, que es el resorte general y en
la noche casino, donde leí varias gacetas y tuve el gusto de informarme del
retiro, o desgracia, de O´Reilly.
9 de julio
Por la mañana a tomar el té con los señores Lee, y al
mediodía a comer juntos en casa del señor Ensile, que vive y hace compañía con
el señor Vanlennep, que estaba con su amabilísima familia en el campo. Tiene
dos hijas efectivamente muy bien parecidas y una casa hermosa donde lo pasamos
socialísimamente. Más tiene una cosa estas casas, que las habitaciones del mar
son frescas, más las interiores y de la calle, calidísimas.
Por la noche en casa del Cónsul de Francia, su mujer
tocó el clave y cantó un poco y una trulla de francesillos nos fastidiaron
bastante hasta la once, que cada uno se fue a su casa.
10 de julio
A tomar té por la mañana con los señores Lee, con
quienes comí igualmente en sociedad y tono familiar.
Por la tarde emprendimos un paseo a caballo para
visitar el castillo y así salimos los tres y un criado, en muy buenos caballos
árabes suyos, y atravesando toda la ciudad por el barrio turco, montamos por
los cementerios turcos a la colina que la domina y corriendo por todo el alto
de aquella, gozamos de una completa vista de la ciudad, puerto, etc., hasta que
llegamos hasta el otro extremo sobre el que esta situado dicho castillo.
Descendimos de las caballerías y a pie entramos a
examinar aquella arruinada fortaleza, del tiempo de los genoveses, según
parece. Se ve en su entrada, embutida en la muralla, una cabeza de mármol y
algo del busto que llaman Esmirna, porque así dicen que esta representada la
ciudad en medallas antiguas, sea… parece de un Apolo.
En el centro hay las ruinas de una gran cisterna para el agua de la guarnición y fuera esta una pequeña mezquita arruinada, donde se leen los nombres de los visitantes, como al ordinario, y allí tuve el gusto de ver los del señor y señora Turnbull, mis amigos de Charleston, en Carolina del Sur. No dejó tampoco el señor de Choiseul y otra chusma, de plantar los suyos en lo más elevado del monumento de Filopapos en Atenas. Moda singular y que arruinará u ofuscará enteramente varias pinturas antiguas, como en Pompeya, Baños de Livia, en Roma, etc.
En el centro hay las ruinas de una gran cisterna para el agua de la guarnición y fuera esta una pequeña mezquita arruinada, donde se leen los nombres de los visitantes, como al ordinario, y allí tuve el gusto de ver los del señor y señora Turnbull, mis amigos de Charleston, en Carolina del Sur. No dejó tampoco el señor de Choiseul y otra chusma, de plantar los suyos en lo más elevado del monumento de Filopapos en Atenas. Moda singular y que arruinará u ofuscará enteramente varias pinturas antiguas, como en Pompeya, Baños de Livia, en Roma, etc.
Desde las murallas podíamos descubrir perfectamente
toda la campiña alrededor, los lugares y las llanuras fertilísimas en que están
retiradas las gentes de la ciudad, llamados de Buyá, de Burnabat, de Cordelló,
y sobre la derecha del puerto, de Menemen y río Milles, del que hace mención
Homero, y ciertamente que estas llanuras presentan desde aquí la vista más
amena que quiera imaginarse, como igualmente el puerto, cuya bondad y situación
le hacen justamente la Escala más comerciante de todo el Levante.
Dícese que en éste comercio los franceses traen la mitad y que Marsella embarca anualmente 20.000 balas de paño para todas las Escalas. Al anochecer descendimos de dicho castillo a pie y con nuestros caballos del diestro, porque la bajada era bastante perpendicular y penosa. Iluminaban a este tiempo todos los minaretes de la ciudad, por ser tiempo de Ramadán, lo que produce de afuera un bellísimo efecto. Desmontamos en casa de los señores Lee, donde se pasó el resto de la noche.
Dícese que en éste comercio los franceses traen la mitad y que Marsella embarca anualmente 20.000 balas de paño para todas las Escalas. Al anochecer descendimos de dicho castillo a pie y con nuestros caballos del diestro, porque la bajada era bastante perpendicular y penosa. Iluminaban a este tiempo todos los minaretes de la ciudad, por ser tiempo de Ramadán, lo que produce de afuera un bellísimo efecto. Desmontamos en casa de los señores Lee, donde se pasó el resto de la noche.
11 de julio
Temprano a tomar un baño fresco al hospital de Francia
por disposición del señor Negrín, que también me dio un par de píldoras para mi
mal de cabeza, que nada bien me hicieron. A almorzar con los señores Lee.
Después a comer, id. y luego a un paseo por los jardines. Una moza es cosa
difícil de adquirirse por aquí. La población de esta ciudad llegará a 150.000
habitantes, aunque otros dicen 160.000, que juzgo exagerado, y en la casa del
Casino hay un pequeño teatro en que se suelen representar en invierno, algunas
piezas francesas e italianas.
12 de julio
Por la mañana, visita del señor Franceschi,
Vice-cónsul de Nápoles, que vino del campo a hacerme una visita a mi llegada y
ahora, otra de despedida. Me parece un tonto fastidioso.
A pensar en embarcarme esta tarde y así comí en casa y
pasé a despedirme de los amigos. Mi criado, que tomé aquí, me jugó la misma
pasada que el antecedente, esto es, dejarme al tiempo de embarcarme. ¡Canalla!
A las nueve tomé el bote en el muelle de los señores
Lee, que me hicieron la fineza de acompañarme hasta esta hora, haciéndome aún
un presente de vinos y cerveza de Inglaterra (Porter) para el viaje, que no
vino mal a propósito.
Entré en mi cámara que me había tomado el señor Lee en
un caique turco, pagando el exorbitante precio de cincuenta piastras o diez
cequíes, por el interés de hacer la navegación más pronto. Yo no podía entrar
en ella sin gran dificultad, ni estar de otro modo que sentado o de rodillas,
sin ventana o respiradero alguno. Nos hicimos a la vela a medianoche.
Rumbo a Constantinopla, la ciudad
reina
13 de julio
Navegamos todo el día con poquísimo viento y
contrario. El barco esta lleno de gente y lo que es más, 32 negras jóvenes y en
camisa, que llevan para vender en Constantinopla. ¡Pobres gentes! Más, reparo,
que siempre cantan y parecen más contentas que las demás gente del barco… Su
precio corriente en Constantinopla es de 200 y hasta 500 piastras turcas, la
mejor pieza. Conforme llegamos a dicho puerto ocurrió un gran número de
compradores.
14 de julio
Casi el mismo tiempo y viento N. que soplando fuerte
al mediodía nos obligó a venir al ancla en Focea la Nueva, donde las gentes
desembarcaron y trajeron algún refresco a bordo, de aquel lugar turco.
15, 16, 17 y 18 de julio
Por la mañana salimos con el mismo viento, un poco
flojo, y por la tarde vinimos al ancla en el pequeño puerto de Focea la Vieja,
de donde salió la colonia griega que fundó Marsella.
Por la tarde solía saltar a tierra a dar un paseo por
el lugar y jardines inmediatos. Éste se conoce, por algunos edificios, que es
antiquísimo y su población será como de 4.000 habitantes. Un turco que encontré
en los jardines, hombre de formación y juicio, me dio estas y varias noticias
del país.
19 de julio
Adelante hasta pasar las islas Musconis. El dicho
capitán turco mantiene más altanería en su caique que uno de alto bordo
nuestro, y pardiez, que tiene a todos en un puño. Convida sin embargo a su mesa
todos los días, dos o tres pasajeros indistintamente, así el negro árabe como
el Agá turco, que todos comen con los dedos y meten su mano en el mismo plato…
¡Es de notar la igualdad con que esta nación admite y trata a los negros, al
mismo tiempo que desprecia y no puede sufrir a los francos!
20 de julio
Pasando por el canal de Mitilene –antigua Lesbos-
caímos un poco sobre dicha isla, enfrente de la ciudad, que parece muy bien
situada y presenta desde afuera un aspecto pintoresco y agradable, que llama a
la memoria haber sido ésta la morada de tantos grandes filósofos. Por la tarde
doblamos el cabo Caraburon y al poner el sol viramos al ancla sobre la costa.
Bajada
del navío en busca de Troya
El
14 de julio, el barco que lleva a Miranda toca los puertos de Focea la Nueva y
de Focea la Vieja, colonia griega de donde salieron los fundadores de Marsella,
Las reminiscencias clásicas son continuas durante la travesía. El 20 de Julio
pasa frente a Mitilene, la antigua Lesbos, patria de Safo, “que
llama a la memoria haber sido ésta la morada de tan grandes filósofos”. Al
día siguiente, 21, al pasar el canal de Ténedos, contempla los montes de Ida y
Olimpo, y baja a la tierra troyana, hecho al que nos referimos en el capitulo Tras las huellas de Homero.
El
24 avizora con sus anteojos las ruinas de las antiguas ciudades griegas de
Sestos, en la costa europea de los Dardanelos, y de Abidos, en la ribera
asiática; y recuerda la trágica travesía a nado que hizo Leandro una noche de
tormenta, para ir a morir en los roqueríos, a los pies de la torre de su amada
Heros, la cual, a su vez se lanzó a la muerte para no sobrevivir a su
enamorado. Acaso aquel Leandro de la historia de amor intenso y trágico, le
sugirió más tarde al Precursor el nombre para su primer hijo, el mismo que
llevará el barco de su expedición para la libertad de América, en 1806.
21 de julio
Temprano seguimos nuestro rumbo con viento flojo del
O., pasando el canal de Ténedos, pegado a la costa de Troya, cuyas ruinas
buscaba con mi anteojo por todas partes, más nada podía encontrar. Véese sí, el
monte Ida y más al fondo el Olimpo, que se levanta sobre todo los demás. A
instancias mías me desembarcó el capitán con un marinero que conocía el
terreno, pero no pudimos descubrir ninguna cosa que asimilase a ruina antigua.
El local sí que esta exactamente según lo han descrito los poetas antiguos.
Me volví luego a bordo –donde había ya recogido algo
del buen vino de Ténedos- y con favor de un viento S. logramos desembocar en
Los Dardanelos, remontando hasta los Castillos Viejos; los nuevos, los pasamos
a la entrada, donde están situados. Me parece que ni unos ni otros bastarían a
detener una escuadra que quisiese remontar si no fuese por la gran fuerza de la
corriente que precisamente modera infinito la marcha de las naves y da lugar a
la artillería para que cause su efecto.
Aquí encontramos varias embarcaciones mayores de
distintas naciones, que por falta del viento fuerte del S. para remontar
aguardaban ya cerca de dos meses, porque lo vientos del N. reinan
constantemente en esta entrada.
22 de julio
Aún demasiado viento fuerte del N. El capitán fue a
tierra, reclutó algunos pasajeros y embarcó un mármol con una inscripción
griega para el Embajador de Francia en Constantinopla, el señor Choiseul.
23 de julio
Seguimos dando bordos de poca ganancia.
24 de julio
Bordos de poca ganancia; con mi anteojo pude descubrir
dónde están las ruinas de Sestos y las de Abidos, que no me dejaron de recordar
a Hero y Leandro. Al ancla por la tarde y el capitán envió el bote para hacer
agua en una fuente que esta en el camino, obra de la piedad mahometana.
25 de julio
Bordos con alguna ganancia y así vinimos al ancla
enfrente del célebre Gallípoli, primer paraje por donde pasaron los turcos a
Europa, donde nos vinieron algunos más pasajeros turcos, que parecen sujetos de
distinción y ministraron bastante materia a mi observación en las costumbres de
esta nación, su modo de comer, dormir, vivir, etc.
Ante la ciudad de Constantino
Finalmente,
el 30 de julio, contemplará Miranda desde el mar la gran ciudad de Constantino,
antigua colonia griega, después de milenaria y magnífica capital bizantina y
ahora centro del Imperio Otomano. Al día siguiente observará el imponente
panorama desde el paseo de los Cementerios, en las afueras de Pera, y más tarde
lo hará desde la Torre Gálata.
30 de julio
Temprano comenzamos a bordear en demanda de Estambul,
que ya veíamos cerca, y efectivamente a las 8 a.m. estábamos ya sobre esta
inmensa ciudad, viendo el castillo de las Siete Torres. Mi capitán tuvo cuidado
de explicarme cómo ponían allí a los Embajadores francos cuando se declaraba
una guerra o no se comportaban bien. A lo que yo repliqué que no era bien hecho
y que a los suyos no se les trataba así en otras partes. Me replicó súbito que
ellos no enviaban, ni tenían necesidad de enviar embajador a ninguna
parte…
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